Gárgolas insomnes

Abril 26 de 2005

En el rincón más sombrío de un antro gay, el viejo indecente bebe y saborea la ironía de encontrarse allí. Su boca humea para ocultar la mirada. Un joven habla con otro en la barra mientras a sus espaldas un cincuentón le acaricia sutilmente las nalgas; su discreción es inútil. El viejo indecente sonríe, toma nota mentalmente de un verso más y apura su último trago. En la calle ha dejado de llover, la gente vuelve a caminar con calma y los anuncios de neón proyectan sombras del tiempo a través de la ventana en un cuarto barato que, pasadas las horas de voyeurismo casual, poesía desencantada y mucho whisky, será ocupado por el viejo y una puta de proporción opulenta que lo dejará sin un céntimo.

Quizás la vida es una banqueta húmeda cuando escampa en la noche del deseo cumplido por el monstruo de asfalto. Quizás aquello de la ciudad más grande del mundo, además de un lugar común, es sinónimo de este corazón que palpita sin descanso, incluso entre las sanguinarias manos de un asesino suelto.

-Sí, algunas cosas fueron hechas para desperdiciarlas.

¡Salud, Bukowski!

[] Iván Rincón 11:09 PM

Abril 24 de 2005

El muerto lamentaba su muerte con dulce melancolía y amargo rencor. No es justo, se decía... Sumido en la depresión que lo había caracterizado en vida, la soledad acumulada en el entierro y la descomposición física, seguía padeciendo de insomnio y claustrofobia dentro de su ataúd, hasta que una noche de luna llena, cielo abierto y estrellado, una noche poblada de grillos y luciérnagas, sapos y ranas, el alma dejó las últimas ruinas del cuerpo en su lecho y emprendió un recorrido por calles y avenidas, parques y plazas; atravesó puertas y ventanas, pasillos y escaleras. En un lapso incalculable de tiempo muerto, la ciudad había cambiado tanto que el ánima en pena terminó perdida entre casas y edificios, tiendas y restaurantes, entre los sitios tradicionales y las novedades.

Nebulosa como era, el alma deambuló durante días grises y noches frías, hasta encontrar su antigua casa, en donde había muerto de amor. Ahora era un casino clandestino con venta de narcóticos y servicio de putas adolescentes, negocio regenteado por el vástago de la mujer que amó literalmente hasta morir. Y vinieron más decepciones, una tras otra, como si el paso de los años por la vida no causara más que olvido, como si no hiciera más que mermar la memoria y enterrar para siempre a los ausentes en el pasado. Este muerto no esperaba encontrar una flama perpetua en el altar que nunca tuvo, pero la frivolidad y el egoísmo de la gente viva era más triste que la voracidad de los gusanos, así que decidió regresar a la llamada paz de los sepulcros y los restos mortales de su cuerpo. Deambuló una vez más por calles, callejones, avenidas y camellones, plazas, plazuelas, parques y alamedas, entre casas y oficinas, restaurantes, bares y cafés, cines, teatros y museos, tiendas y templos, pero nunca encontró el cementerio, el refugio de su eterno descanso.

Habría sido quizás la peor decepción de todas saber que, en lugar de grillos y luciérnagas, sapos y ranas, había moscas y cucarachas, ratones y ratas, desde el día en que comenzó a erigirse allí una gran cárcel.

[] Iván Rincón 12:13 AM

Abril 20 de 2005

En Paparazzi, de Paul Abascal, aparece Mel Gibson durante dos segundos, ni uno más, y Holly Berry un segundo, por lo que supongo que algunos actores bien cotizados en Joligud (no los mejores, por supuesto) cobran primero por segundo y después por un tercero, y supongo también, ingenuo como soy, que si el productor de la cinta es uno de esos actores, la mitad del presupuesto ha de irse en pequeños fragmentos de eternidad, aquellos en que estrellas tan brillantes iluminan la pantalla y, fugaces como son, no se dan tiempo de opacar al resto del firmamento.

[] Iván Rincón 3:42 PM

Abril 19 de 2005

La sensibilidad canina, por mucho, más aguda que la llamada humanidad, expresa lo que siente y presiente, lo comunica a su modo, y generalmente no encuentra más que incomprensión, autismo, sordera y egoísmo, entre quienes rodean la realidad en que existe, y como siempre, soledad, una perra soledad. Su regreso al vacío y la orfandad es la pausa cotidiana del abismo y una pauta en el papel cotidiano después del grito represor, la agresión física, la sutil humillación.

Un aullido surca el silencio de la noche y encuentra ecos lejanos de seres audífonos, y reacciones cercanas de seres insensibles... reaccionarios. ¿Por qué? ¿Por qué pues? El perro con "vida" de perro no conoce la respuesta porque se hace la pregunta en un lenguaje inapropiado.

[] Iván Rincón 2:39 PM

Abril 10 de 2005

Detesto Coyoacán los días que se engenta. Más bien detesto a la gente que visita Coyoacán esos días. En realidad detesto a la gente. Punto. Pero a veces la soledad, o sea, la necesidad de los demás que somos todos, "los otros todos que nosotros somos", nos hace masoquistas... perdón, quise decir tolerantes. Por eso ayer comí gluten de trigo y ensalada en donde los tacos vegetarianos y bebí agua de hojas de limón pensando que la memoria tiene mucho que ver con la honestidad, con la valentía y, en último término, con la cantidad de neuronas activas; la desmemoria es deshonestidad y cobardía, más que oligofrenia, imbecilidad, estupidez, abulia o debilidad mental. Si los años de insomnio y alcohol no pueden mermar una memoria "prodigiosa", tampoco se trata de genialidad, sino de una mente enferma (obsesiva, entre otras cosas). "La vida es una enfermedad del espíritu". El reconocimiento de la vida y los sueños... también.

Hace unos meses, Agueda Ruiz recordó que tenía (tiene todavía) unos audífonos míos desde 1996. Estábamos en plena fiesta solidaria con Cuba y con algo de alcohol evaporado en la cabeza. En cambio, por esos días me encontré con un tipo al que tenía siete años de no ver. "No te acuerdas de mí, ¿verdad?", trató de adivinar. "Claro que me acuerdo, cabrón", le respondí. "Perdiste una grabadora que te presté en el Encuentro Intergaláctico, y me debes 200 pesos". También le recordé otras cosas, con lujo de detalles (el año que murió su papá, 1998, por ejemplo), inclusive algunos diálogos. Y el tipo resultó convertido al misticismo. Anticipó que, dentro de poco, tendría "mucho poder" y que el mundo se acabaría en ocho años. Carajo. A ver si para entonces ya me has pagado la grabadora que perdiste en 1996, hace nueve años, cuando Agueda Ruiz usó mis audífonos para transcribir una conferencia del Subcomandante Marcos (por cierto: esa grabadora cuesta 500 pesos hoy, y los audífonos, 200 varos). Claro que la memoria es honestidad, y la falta de memoria, deshonestidad. Este cuate, con su ambición de "mucho poder", ha de tener 33 años. Agueda tiene 66, la edad de mi papá, o sea, el doble. Y conste que las neuronas se cansan, envejecen y mueren... como todo.

Por eso, después de comer frente al espejo, pasé a Gandhi y compré un disco de Madredeus. Me debatí en la indecisión, "la peor enfermedad después del cáncer" (Campbell dixit), y al final decidí que ni la colitis ni la hepatitis ni el insomnio y sus efectos cardíacos impedirían que yo tomara ese día un café jarocho, así que lo hice caminando hacia Río Churubusco. "Desafuero es una palabra desaforada", pensé. Y mi otro yo comenzó a repetir aquello del efecto Prozac, dictado por el contagioso coraje de Jaime Avilez. Como un alcohólico lleno de rencor, más que de alcohol, los dueños del poder en esta caricatura de país, o sea, su desgobierno, se suicidan lentamente, con torpeza indecible, impensable, chapucera, peor que un aprendiz de brujo; digamos... como un alcohólico rencoroso.

Por eso, antes que asimilarme al salinismo con sotana (foxismo), decidí también que los cines de Coyoacán son para los martes y miércoles, cuando el "costo de admisión" es de 20 pesos, y exhiben una buena película, o sea, casi nunca, así que opté por la Cineteca Nacional, en donde tuve a mal escoger El secreto de Vera Drake, una película torpe, como sus personajes, telenovelesca (al estilo mexicano) y reiterativa hasta la madre... perdón, quise decir hasta la náusea, como un discurso de tartamudo o explicación de tarado a tarado. Tuve que verla desde un escalón, porque llegué tarde, o sea, cinco minutos antes. Además, un maricón asqueroso, entre mensito y gran burgués, se hacía el ciego y me tocaba... hasta que troné. Hay gente que ríe con las tragedias, llora con los chistes, deja su celular prendido, lo contesta, comenta en voz alta su impertinencia, expresa de alguna manera su rotunda idiotez, su egoísmo chiquito, de gente chiquita. Y habemos también los intolerantes, iracundos, los que sufrimos a la humanidad como si no formáramos parte de ella, como si la exclusión pusiera a los otros en deuda con nosotros.

Por eso, una vez más, en cuanto los créditos anunciaron el final, salí de la sala. ¡Chale!, gritó mi otro yo. Y pensar que la vez pasada, mientras la saturación mediática por la muerte corporal del muerto cerebral que llamaban Papa, formaba una cortina de humo entre la gente y su realidad, tuve oportunidad de ver, sentado en medio de la sala y con espacio, una hermosa película que se llama Amor eterno, y no le pide nada a Joligud, ni siquiera para efectos de espectacularidad ("efectos especiales", pues), ni de superproducción (escenografía y vestuario para un chingo de extras... pues). Amor eterno, de Jean-Pierre Jeunet, como cualquiera otra cinta, merece críticas, pero también merece un homenaje a su belleza, por ser uno de los ejemplos más notables del arte que dispone de todos los recursos, como la imaginación, la creatividad, la intención de calidad, la vocación y el oficio de realizador... además del dinero. Lo malo fue que, al salir de la sala, tuve un desencuentro con Paz Carmona. Ambos fingimos que no nos habíamos visto y cada quien se fue por su lado, como siempre.

Así, una vez alterada mi alteridad (sic), regresé a Coyoacán en busca de amor... perdón, quise decir un jugo de naranja, y pensé que los ingleses, definitivamente, son los seres más evolutivos de nuestro mundo, tanto que hacen juicios públicos en contra de quien atenta contra una ley con más de un siglo prohibiendo el uso de cierto instrumento "médico", a saber, una jeringa que tampoco evolucionó mucho en más de un siglo. ¡Felicidades! Quizás la involución del partido laborista (así, con minúsculas iniciales), por lo menos a partir de la vergüenza que ha sido el papel de Tony Blair, sea la evolución del otro polo de la sociedad, el dominado, el jodido, el que no tiene un ápice de poder (tampoco dos ápices ni tres ni cuatro), a veces ni siquiera para comprar una pinche papa... y llora como llora la lluvia sobre los vegetales, en este caso, ante la escenográfica muerte del Papa. Irak arde en llamas, en rabia, sobrevive a tientas en medio del humo, el odio, la confusión, y Afganistán se hunde en medio del olvido mundial, mientras Palestina busca desesperadamente un resquicio por donde respirar, y lucha por vivir, existir, ser, carajo, ser... Y entonces regreso a casa, después de caminar media hora ("reglamentaria", digo yo, "mínima", dice mi otro yo, "diaria", decimos los dos).

Los culeros de letras "libres" olvidaron (amnésicos como son) lo que dije de ellos en sus propios foros, y ahora me invitan a participar en la basura que publican. Pinches monigotes, microcéfalos y gringófilos (judíos, además). Por algo están vacíos sus foros, de nueva cuenta gratuitos. Y por algo están vacíos los foros que también abrimos nosotros, mi estimado Gabriel Pérez. No en Nuestro Nombre ya no es el nombre de nadie, carajo, basta con eso, se acabó. Urge crear algo nuevo.

¿Cómo es posible un personaje como Bushito a estas alturas del mundo? ¿Cómo es posible un personaje como Fox? ¿No será, de purísima casualidad, que nosotros, los demás que somos todos, "los otros todos que nosotros somos", simple y sencillamente, lo permitimos? Acá entre nos, estoy por acabar con la segunda botella de vino, mientras escribo estas "líneas" (nótese la mamonería del que sigue obsesionado con letras lóbregas y además anda en busca de premios), y pienso en Andrea Fernández, que ayer en la primera hora de la madrugada expresó como siempre su pensamiento-sentimiento-intento de convocatoria a pensar-sentir-actuar-hacer algo contra la guerra, porque ahora es interna, elimina a los contrincantes; "hay que estar alertas". Andrea llamaba de nuevo a la rebeldía mientras hacía un brevísimo intercambio de mensajes conmigo. Y yo confirmaba que es una de las personas más auténticas que he conocido en cuarenta años (los cumpliré el próximo 23 de junio).

Y como estoy medio mal de la cabeza, recordé que hace cinco años la policía paramilitar tomó el campus universitario, detuvo a toda la banda, y Andrea tomó el micrófono de Radio Educación, denunció lo que sucedía y, con la timidez que me caracteriza, la llamé. "Si te dicto un mensaje, ¿lo reproduces públicamente?", le pregunté. "Sí, sí, sí, viene de ahí", respondió. Y siguió descargando su indignación y la de muchos contra el atropello, el crimen (hasta hoy impune, por cierto). Unos días después, la "autoridad" de la emisora llamó su atención. El director era entonces Luis Ernesto Pi Orozco, uno de los peores jefes que ha tenido Radio Educación. Andrea se apersonó acompañada por representantes del sindicato, y el hombre del minúsculo apellido buscó una forma discreta de pedirle, por favor, que ya no hiciera eso, porque si insistía, nadie podría evitar las consecuencias. La amenaza no amedrentó a nadie ni mermó el coraje. Y el día de ayer, Andrea Fernández le recordó al público de Radio Educación que sigue siendo Andrea Fernández, que puede reducirse a su trabajo como locutora, crecer ante la ignominia y darse tiempo de leer y responder el correo electrónico, en el mismo tono, con la autenticidad que le caracteriza. Y mañana volverá a la cabina de transmisión para recordarnos que detrás de la gente (Serrat dixit) está la dignidad. "Que viva la rebeldía", dijo ayer en la primera hora de la madrugada. "Que viva la memoria, la honestidad y la valentía", digo yo a las 4.30 de hoy.

[] Iván Rincón 4:45 AM

Abril 8 de 2005

El pasado 4 de abril, este blog cumplió un año de haber nacido. Como se habrán dado cuenta, es artesanal; en consecuencia, requiere de mucho más tiempo que un sitio web menos limitado técnicamente. Y desde su gestación vive una severa crisis existencial, no por las horas de sueño que se lleva (de hecho, es una terapia), ni por mis dudas con respecto al destinatario (en realidad, lo hago para mí), sino por la intención del remitente (ah, chingá). Si el destinatario es a la vez el remitente y viceversa, se trata entonces de un soliloquio público; eso está claro. ¿Para qué? ¿Con qué fin? Ese sigue siendo el lado oscuro.

Lo bueno es que, durante más de un año, he aprendido qué quiere decir blog y bloguear, link y linkear, post y postear, entre otras expresiones lingüísticas de la modernidad, como blogger y blogósfera. ¿Eh? ¿Cómo la ven? Los viejitos de la Real Academia habrán muerto antes de asimilar semejantes aberraciones del lenguaje "bloguero".

Lo bueno es también que mi niño, con todas sus dificultades, ha crecido suficiente como para la eutanasia.

[] Iván Rincón 4:21 AM